VENDÈE GLOBE 2024
ENTRE LA LUCHA Y EL CONFORT
Todos los patrones de la Vendée Globe avanzan a su ritmo. Para la mayoría de ellos, el Océano Antártico sigue siendo su telón de fondo diario: hostil, poderoso e impredecible. Para otros, el Atlántico ofrece un retorno gradual a condiciones más suaves. Pero en todas partes se abren paso pequeños placeres. Para algunos, estas alegrías adoptan a menudo la forma de simples victorias sobre los elementos: un momento de placidez tras horas de lucha contra olas embravecidas, un rayo de sol que calienta el rostro a pesar del intenso frío, o una comida ingerida sin ser interrumpida por una alarma o una trasluchada de emergencia. Aquí, cada momento de respiro es un regalo, un descanso robado a un entorno despiadado. Para otros, estos sencillos placeres adquieren un sabor diferente. El mar se vuelve más dócil, el viento más suave. En esta calma relativa, algunos aprovechan para lavarse por primera vez en días, o incluso semanas, o para ponerse ropa seca, una sensación tan rara que resulta casi eufórica. Estos pequeños placeres, esparcidos por la inmensidad del océano, son un recordatorio de que la aventura de una circunnavegación no es sólo una lucha. También es una lección sobre la capacidad de encontrar consuelo y alegría en los detalles más pequeños, donde otros sólo verían dificultades.
En una Vendée Globe, los momentos de respiro, por preciosos que sean, siguen siendo escasos y frágiles. Para los patrones aún inmersos en las latitudes infernales, cada instante de calma es rápidamente barrido por la realidad del Océano Austral. Una rompiente inesperada, un equipo que cede bajo presión o un curioso albatros que recuerda que estas aguas pertenecen a otro mundo. Pero los marineros, tenaces y resistentes, saben adaptarse. Saborean estos pequeños momentos como preciosos interludios. “Ayer me alegré de volver a estar un poco más suave y dio la casualidad de que no me sonó el despertador. Dormí exactamente tres horas seguidas, ¡fue increíble! Me sentó muy bien. Estoy bastante contento de haber recuperado un poco de energía, porque la baja que se convirtió en tormenta entre Tasmania y Nueva Zelanda me pasó factura”, comenta Antoine Cornic (Human Immobilier), que tuvo que enfrentarse a rachas de hasta 80 nudos en un mar enorme, casi de dibujos animados, de esos que podrían hacer que una película de catástrofes pareciera un tranquilo remo en una barca de remos. “Ya he sufrido dos o tres tormentas en mi vida de marinero, pero esto era muy, muy fuerte. Tienes que preguntarte cómo vas a arreglártelas si algo se rompe en ese momento. Cuando llegas a ese nivel de violencia, ya no puedes controlar nada, sólo tienes que aguantarte. Afortunadamente, nuestros barcos son increíblemente robustos en estas condiciones, aunque, francamente, no son el tipo de momentos que uno describiría como agradables”, añade el patrón de Rétais, que, en un momento así, difícilmente habría enarcado una ceja si se hubiera encontrado con una sirena en medio de una coreografía.
Cuando cuidarse es estratégico
Sabe que no pasará mucho tiempo antes de que la batalla comience de nuevo, pero cuando hay una tregua, por breve que sea, a veces toma la forma de un pequeño milagro: un simple momento en el que puede relajar los hombros, mirar el mar sin tener que luchar contra él, tragar una comida caliente sin miedo a que se derrame o incluso ponerse un par de calcetines limpios. Sobre todo, es la oportunidad de concederse un momento esencial: mimar a su caballo y cuidarse a sí mismo. “Ayer, por fin conseguí cambiarme de ropa por primera vez desde que llegué al Sur Profundo. Las toallitas hicieron su trabajo, ¡y me sentí muy bien! En cambio, tengo un problema con los calcetines impermeables: mis pies no respiran lo suficiente. Tengo que obligarme a quitármelos cuando estoy en casa, si no, corro el riesgo de acabar con los pies podridos”, explica Antoine. Este tipo de momentos, por triviales que parezcan, son cruciales si se quiere mantener la intensidad de la carrera. En el mar, donde todo es una cuestión de compromiso entre supervivencia y rendimiento, cada gesto destinado a mejorar la comodidad o preservar la salud se convierte en estratégico. Para el patrón del “Human Immobilier”, se trata tanto de prolongar la vida de su barco como la de sus pies.
Pequeños gestos, grandes logros
Pero no todos los patrones viven estos momentos de la misma manera. Los que remontan el Atlántico redescubren otra faceta de su aventura: aquella en la que el cuerpo, maltrecho por semanas de regata, empieza a recuperar una cierta comodidad. Un mar más suave les permite por fin pensar en algo más que en la supervivencia inmediata. Redescubren gestos y placeres sencillos pero olvidados. “Es bueno volver a un ritmo de navegación un poco menos comprometido. Un ritmo un poco clásico, más parecido al de una regata transatlántica, en la que se tiene la impresión de cuidar un poco el barco. Eso es lo que falta un poco en el Océano Antártico: estar al día con la lista de tareas y no dejar que las cosas se alarguen”, comentó Justine Mettraux (TeamWork – Groupe Snef). Estas condiciones más suaves nos permiten (por fin) concentrarnos en otros aspectos de la vida a bordo: ordenar, reparar, cuidar de nosotros mismos. Un lavado rápido o un cambio de ropa nunca han sido tan importantes. Son estos gestos, tan triviales en tierra, los que dan a los navegantes en solitario una sensación de humanidad, casi de normalidad, en un entorno que, hasta entonces, parecía cualquier cosa menos acogedor. “La primera ducha con agua caliente cuando sea un poco más tropical va a ser un placer”, dice la suiza cuyo último champú fue hace casi un mes.
Cuando el frío sublima los pequeños momentos
“En el océano Antártico, me cambiaba de ropa con regularidad porque, aunque hace mucho frío y no quieres quitarte la ropa, sudas mucho durante las maniobras. También es cierto que después de cierta etapa y dado que hace frío, no te sientes tan sucio, pero admito que sí, que estoy deseando que haga un poco de calor para poder lavarme de otra manera que no sea con toallitas. Hoy hacía sol y ya era muy agradable”, añadió.
Puede que estos pequeños placeres no sean espectaculares, pero suman un sutil equilibrio. Ayudan a compensar el cansancio acumulado, a sobrellevar las heridas a veces invisibles de la vida cotidiana en el mar y, sobre todo, a mantener esa chispa de determinación que impulsa a cada patrón a seguir adelante, día tras día. Porque si bien la aventura se compone de grandes olas y desafíos monumentales, también se construye sobre esos momentos fugaces como un instante de calma, una pausa en el cielo azul, una noche en la que el sueño es un poco menos fragmentario. Así que, tanto si siguen en las garras de los mares del sur como si empiezan a volver a condiciones más suaves, todos comparten esta verdad fundamental: son estos pequeños y sencillos placeres, desenterrados de las profundidades del caos, los que transforman una carrera despiadada en una aventura profundamente humana… aunque a veces siga siendo un poco pegajosa.
Fuente y Fotos:
Vendèe Globe