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VENDÈE GLOBE 2024. UN TORBELLINO INTERMINABLE DE EMOCIONES

VENDÈE GLOBE 2024

UN TORBELLINO INTERMINABLE DE EMOCIONES

Ayer, Sébastien Simon (Groupe Dubreuil) cruzó la línea de meta en Les Sables d’Olonne, poniendo fin a su increíble vuelta al mundo. La calurosa acogida y la intensidad del momento marcaron este episodio, una liberación tras semanas de tensión, cansancio y superación. Pero mientras que para él las emociones se calmaron en el calor del reencuentro, siguen arremolinándose mar adentro, donde muchos otros navegantes siguen inmersos en el tumulto de su desafío. Porque la Vendée Globe es ante todo una epopeya hecha de picos vertiginosos y abismos insondables. Ser patrón en esta regata es estar en una montaña rusa permanente, donde cada subida, cada bajada, cada curva parece amplificar lo que sientes. Cada día en el mar es una nueva oleada de emociones: la euforia de un barco que avanza a toda velocidad con vientos perfectos, la frustración de una avería inesperada o el peso de la soledad que acompaña a cada decisión a bordo. Los que siguen navegando alternan momentos de pura euforia con otros de agotamiento total. Su fuerza reside en su capacidad para aceptar el caos de sus sentimientos y convertirlos en la fuerza motriz que les hace seguir adelante. Cada uno de ellos traza su propio rumbo en esta aventura extrema, impulsado por la resiliencia, la duda y la profunda intensidad emocional que hacen de esta vuelta al mundo una experiencia única, magnífica e implacable a la vez.

El mar es la emoción encarnada. Ama, odia, llora. Desafía a todas las almas que toca”, escribió Christopher Paolini, el autor estadounidense de la aclamada serie de fantasía La herencia, en su novela Eragon. En ella describe el océano como una entidad viva, emocional, casi humana. Esta cita tiene una resonancia particular en el contexto de la Vendée Globe, pues ilustra el vínculo íntimo entre los navegantes y este mundo marino. Un adversario formidable, pero también un compañero de viaje, que pone a prueba su fortaleza mental y emocional. A su llegada, Sébastien Simon se preguntó: “No sé si se vive esto en otro lugar”. Porque más allá de los desafíos, el océano ofrece instantes de gracia que transforman los momentos difíciles en experiencias profundamente humanas, donde cada llegada se convierte en una victoria sobre uno mismo y en un homenaje a este universo implacable. “Navegar en solitario agudizó nuestras emociones como nunca antes. Experimentas momentos de una intensidad increíble: alegría a gritos cuando todo va bien, decepción cuando algo se rompe, una mala clasificación o la sensación de estar lejos de tierra, y frustración cuando te sientes impotente. Al final, es esta intensidad por la que vienes”, confiaba anoche Sébastien Marsset. Pero esa intensidad tiene un precio.

Fuerza mental contra viento y marea

A estas alturas de la carrera, la falta de sueño se convierte en un compañero omnipresente. Noches interrumpidas por alarmas, músculos doloridos y una mente en constante alerta pasan factura. Cada maniobra requiere un esfuerzo titánico, cada decisión un desafío para una mente agotada. Sin embargo, es en estos momentos de debilidad donde los marineros encuentran una fuerza insospechada. “Intento conformarme con todo lo que sale. Aún me quedan 5.000 millas por recorrer y voy a vivirlas y hacerlas lo mejor que pueda”, asegura el patrón del “FOUSSIER”, que lucha sin descanso aunque reconoce que la fatiga es un verdadero desafío. “Lo agrava todo, sientes que está ahí, profundamente arraigado. Por mucho que duerma, coma, tome vitaminas o lo que haga falta, sigue ahí. Sé que sin duda me llevará algún tiempo, incluso en tierra, deshacerme de ella por completo. Lo esencial para mí es aceptar estas variaciones emocionales, porque son normales. Tienen un significado, cuentan una historia”, explica Sébastien, reforzado por la preparación mental que hizo antes de la salida. Una capacidad de resistencia preciosa, ya que sigue aguantando, navegando de ceñida desde hace tiempo, y aún le quedan cuatro días en estas condiciones tan exigentes frente a Brasil.

La fatiga, un catalizador emocional

En este carrusel permanente, una emoción sigue a otra sin descanso. Una oleada de exaltación puede ir seguida de un descenso brutal hacia la duda o la frustración. Este viaje incomparablemente intenso no deja lugar a la complacencia. Cada sentimiento se experimenta al máximo y cada desafío obliga a utilizar todos los recursos. Es este equilibrio emocional lo que hace de la Vendée Globe una aventura extraordinaria, agotadora y trascendente a la vez. Antoine Cornic (Human Immobilier) es un ejemplo perfecto de ello. Como muchos de sus rivales, experimentó una auténtica conmoción interior al doblar el Cabo de Hornos hace dos días, un momento tan liberador como simbólico:

Cruzar este punto mítico fue algo especial, sobre todo después de haber soñado con ello durante veinte años. Aunque peso más de 100 kg, sigo siendo un gran osito de peluche, y momentos como ese me conmueven profundamente” declaró Cornic.

Desde entonces, sigue su ruta con prudencia y determinación. Tras pasar las islas Malvinas el jueves por la tarde, se beneficia de un buen flujo para avanzar, mientras que un poco más al norte, Oliver Heer (Tut Gut.) reduce la velocidad, lo que le ofrece la oportunidad de reagruparse. “Todavía estoy al 70% del barco”, explica, mencionando un laminado suelto en un mamparo que tendrá que reparar en la zona de alta presión. A pesar de los desafíos técnicos, el ánimo sigue siendo positivo.

El chino ha vuelto con fuerza. Es genial, ¡va a dar el pistoletazo de salida a la regata del Atlántico! Hace tiempo que navego solo en el mar, así que tener un poco de acción con un competidor delante y Jingkun (Xu) justo detrás va a estar bien”, aseguró el patrón de Rétais, que también tiene previsto cumplir la penalización de 180 minutos impuesta tras fondear para reparaciones bajo la isla de Saint-Paul, por la tarde, a 45° Norte.

Una relación única con su barco

Para él, como para tantos otros patrones, el vínculo con su IMOCA cambia con el tiempo. De hecho, al compartir cada momento, el barco se convierte en mucho más que un simple medio de transporte. Refugio en las tormentas, aliado en las calmas, se convierte en un compañero indispensable. Cada ruido, cada vibración, es un mensaje que el marinero aprende a interpretar. Le escuchamos, le observamos, y a veces incluso le hablamos, como para aligerar el peso de los retos que hay que afrontar. Pero circunnavegar el globo es también una lucha contra uno mismo. Clarisse Crémer (L’Occitane en Provence) describe perfectamente esta mezcla explosiva: “Hay tres cosas que te llevan al límite: la soledad, que te vuelve un poco alocada, el cansancio, y la competición, que te hace plantearte 36.000 preguntas”. También para ella, esta vuelta al mundo es una montaña rusa emocional.

 

 

Hay un momento en el que piensas que eres la persona más afortunada del mundo y que no cambiarías tu lugar por nada. Afortunadamente, esos momentos abundan. Pero a veces darías lo que fuera por dormir en una cama que no se mueva, que te dejen en paz y no tener que lidiar con ningún problema” nos comenta Clarisse.

Y en eso consiste la Vendée Globe: una alternancia constante entre la euforia y el agotamiento, entre el éxtasis y el cansancio. Es una aventura en la que cada emoción se vive al máximo, sin medias tintas.

Fuente y Fotos:

Vendèe Globe

 

Author

Jose Ramón Louro