TRANSAT CAFÉ L’OR 2025
LE HAVRE ABRE SU VILLAGE
Un pueblo aromático. Un gusto por el mar abierto
La TRANSAT CAFÉ L’OR Le Havre Normandie village ha abierto oficialmente sus puertas bajo el sol de Martinica, como un anticipo de la escapada. Entre inauguración, encuentros con marineros, degustaciones, música y descubrimientos, Le Havre vivirá durante diez días al ritmo del rocío del mar, las sonrisas y el café en un lugar que tiene su cuota de sorpresas reservadas.
Por lo general, es en una terraza o en una esquina de la calle donde nos reunimos para tomar un café. Durante diez días, el más sabroso de los eventos se celebra en el corazón del pueblo de TRANSAT CAFÉ L’OR. Aquí, los aromas del café se mezclan con el aroma del mar, las velas se codean con las tazas y el mar se convierte en el escenario más hermoso para compartir un momento de convivencia antes de la gran partida.
INICIO DE LAS ACTIVIDADES
Como guiño, Martinica había metido unos rayos de sol en su equipaje para la inauguración del pueblo. A las 10 a.m., Edouard Philippe, alcalde de Le Havre, y Vincent Prolongeau, presidente de la asociación TRANSAT CAFE L’OR Le Havre Normandie y director general de JDE Peet’s Southern Europe, cortaron la cinta juntos para lanzar oficialmente las festividades. «¡Esta carrera ha cambiado su nombre pero no ha cambiado su alma!», dijo el alcalde de Le Havre. «La TRANSAT CAFE L’OR es una carrera maravillosa, hoy nace por segunda vez con este nuevo nombre, larga vida a nuestra transat», agregó Vincent Prolongeau.
Junto a los dos fundadores, Auguste Boeuf, consejero regional de la Región de Normandía, Bénédicte Di Geronimo, presidenta del Comité de Turismo de Martinica y Didier Laguerre, alcalde de Fort-de-France, los tres quisieron recordar cómo esta mítica carrera revive muchos recuerdos con cada edición y sigue escribiendo su historia.
LAS ESTRELLAS DE LA PISCINA
Ahora son los 74 barcos los que atraen todas las miradas. Amarrados en la dársena del Eure, los ULTIM siguen fascinando: “Fíjate en la altura y la anchura del mástil”, se maravilla Charlotte, “menos mal que son dos los que los maniobran. Uno se siente muy pequeño a su lado”.
Un poco más lejos, en el lado de los IMOCA, los recuerdos de la última Vendée Globe aún flotan en el aire, con un cariñoso recuerdo para Charlie Dalin, gran ausente de esta edición. “Este año falta algo, confiesa Paul, o más bien alguien. Charlie es el hijo de la tierra, al que venimos a aplaudir con orgullo. Esperamos que vuelva pronto al agua, porque Le Havre sin Charlie es como una travesía sin viento”.
Al otro lado de la dársena, en la clase Class40, reina el buen ambiente con visitas a los barcos, dedicatorias y sonrisas continuas. Los cascos de colores cuentan mil historias, a menudo comprometidas. “Me parece estupendo que se den a conocer causas como la SNSM o la enfermedad de Charcot”, comenta Pascaline, “los patrones les dan visibilidad y eso permite descubrir algunas de ellas”.
Y frente a los poderosos Ocean Fifty, la magia sigue funcionando. Las miradas admirativas se posan en las navegantes y navegantes que dominan estas máquinas de competición. Brigitte, admirando el barco de Anne-Claire Le Berre y Elodie-Jane Mettraux (Up Wind by Merconcept, Ocean Fifty), se recuerda a sí misma hace unos años, cuando la regata aún contaba con pocas mujeres. “Cuando yo venía, había uno o dos barcos con mujeres a bordo, ¡hoy en día están empezando a tomar el poder!”.
UN PUEBLO CON AROMAS EXÓTICOS
Después de tantos encuentros interesantes, es hora de disfrutar de delicias gastronómicas y actividades lúdicas. En el pabellón principal, una fascinante exposición rinde homenaje a la singular arquitectura de Le Havre y celebra los 20 años de la inscripción del centro de la ciudad, construido por Auguste Perret, en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO.
Un poco más lejos, con un suave aroma a café en el aire, el espacio L’OR recorre la llegada de este néctar a las tierras antillanas en torno a una degustación. En el stand de Coderum, el cambio de aires continúa, esta vez con una visita en realidad virtual a varias destilerías que le transportan hasta Martinica. Martinica, que precisamente ocupa el stand contiguo con varios artesanos de la isla y una música que hace bailar a todos los visitantes.
Por último, para recuperarse de todas estas emociones, numerosas food trucks ofrecen comida normanda y criolla. Y al caer la noche, recostado en una tumbona en Hector, la puesta de sol se funde con los mástiles de los barcos que esperan pacientemente en la dársena para izar sus velas y hacerse a la mar.
Fuente y Fotos:
Transat Café L’Or
Jean-Louis Carli/Alea