VENDÈE GLOBE 2024
CUANDO EL OCÉANO DECIDE LOS EQUIPOS
Apenas un mes después de salir de Les Sables d’Olonne, la flota de la 10ª edición de la Vendée Globe está dispersa como un paquete de patatas fritas en una tormenta. El planeta se ha transformado en un gigantesco tablero de ajedrez. Cada navegante está atrapado en su pequeño sistema meteorológico, como en un gigantesco juego de mesa en el que las reglas cambian con cada casilla: algunos se enfrentan a vientos helados, otros navegan a velocidades que harían sonrojar a un albatros, otros luchan contra bajos caprichosos, vientos de proa y a veces incluso vientos ligeros. A pesar de las diferentes condiciones y las monstruosas diferencias, un espíritu común une a este pequeño grupo. Tanto si van en cabeza como si van por detrás, todos saben que la carrera no es sólo contra los demás, sino sobre todo contra el propio océano.
Los mapas meteorológicos cuentan la historia mejor que nadie: mosaicos de colores brillantes, flechas desordenadas, como si el mar se hubiera divertido enturbiando las aguas. Cada patrón se enfrenta solo a su destino, atrapado en una red cambiante de vientos que sólo responden a la llamada del caos. Y sin embargo, a pesar de esta dispersión, una especie de hilo invisible une a todos estos hombres y mujeres. Una hermandad nacida en la soledad, una comunión forjada frente a los elementos. “En los Mares del Sur, uno se siente realmente solo. No hay mucho a nuestro alrededor. Es importante tener gente cerca. Por supuesto, la Vendée Globe es una regata y somos competidores, pero también todos queremos que las cosas nos vayan bien a los demás. A veces parece que formamos un equipo contra natura”, comentó Sam Davies (Initiatives-Cœur), que vuelve a la lucha con Justine Mettraux (TeamWork – Groupe Snef), Boris Herrmann (Malizia – Seaexplorer) y Clarisse Crémer (L’Occitane en Provence) tras intentar un pequeño role hacia el Norte. “Durante las últimas 24 horas, nos hemos beneficiado de vientos bastante estables y mar bastante plana. Estamos en una virada rápida y es muy agradable, aunque es bastante intenso”, explicó la navegante, que ha sumado casi 485 millas entre la clasificación de ayer a las 3 de la madrugada y la de hoy a la misma hora, lo que la convierte en la más rápida de la flota en este periodo.
Que no te cojan por sorpresa
“El objetivo es permanecer el mayor tiempo posible por delante de la baja, que nos está alcanzando poco a poco para no caer en una zona sin viento, pero también y sobre todo para aprovechar el role, que nos permitirá hacer una trayectoria bastante natural a lo largo de la Zona de Exclusión Antártica a favor del viento”, añadió Sam, mientras se acercaba a las islas Kerguelen, última señal de tierra antes de un largo tête-à-tête con la inmensidad del océano Austral. “Es un punto de referencia importante. Me gusta dividir mi circunnavegación en trozos más pequeños para que el tiempo no se me haga demasiado largo. El paso por este pequeño archipiélago marca el final del primer tramo del océano Índico. Es un paso hacia el siguiente: Cabo Leeuwin”, añade la británica, que se prepara para sumergirse aún más en la soledad del Sur profundo y que sabe, por haber participado ya cuatro veces en la regata, que navegar en este rincón del planeta es tan complicado como un rompecabezas de 1.000 piezas. ¿Una vela mal trimada? ¿Una baja mal negociada? Entonces, ¡pum! es el propio Sur Profundo el que te golpea en la cara. “Aquí, las rachas son más fuertes y el viento más denso. No hay que dejarse coger por sorpresa, sino, al contrario, anticiparse a todo con cuidado para no dañar el material ni asustarse”, subraya Sam.
La importancia de anticiparse
De hecho, en el Sur Profundo, la anticipación no es sólo una baza estratégica, sino una necesidad si se quiere navegar con rapidez y seguridad en una de las regiones más hostiles del planeta. Ser demasiado conservador puede significar perder millas preciosas, mientras que asumir riesgos mal calculados puede salir caro. Tanguy Le Turquais lo aprendió anteayer, cuando rompió tres sables de mayor durante una trasluchada después de que la botavara, que había sido arriada precipitadamente, se atascara en la corredera de barlovento. “Tuvimos que reaccionar bastante rápido. Podría haber sido muy problemático, pero estoy contento porque conseguí repararlo, y en un tiempo bastante rápido. Eso me ha permitido no perder demasiado terreno con respecto a mis rivales”, explica el patrón del Lazare, que poco a poco va cogiendo la medida a la navegación en los Cuarenta Rugientes.
Pequeña bofetada, gran lección
“Al entrar en el océano Índico, navegué como un principiante en el océano Antártico. Llegué diciéndome a mí mismo: ‘con 35 nudos bastará’, pero en realidad, ¡no sirve para nada! No tiene sentido ir con tanto viento y tanta mar, no es nada eficaz”, explicó Tanguy, que tuvo que dejarse “entrenar” por la realidad (bastante estricta), hasta el punto de comerse la moral con la cuchara llena. “He visto cómo era con ocho metros de marejada y 55-60 nudos de viento. No es razonable”, admitió Tanguy, que, en consecuencia, optó anoche por desplazarse más al norte para anticiparse al paso de una nueva “patata” prevista para el jueves. “Ésta cerrará un poco la puerta entre Australia y la ZEA”, subraya el navegante, que ciertamente no ha terminado de batallar contra bajos furiosos o calmas engañosas. Y con razón, allí donde se encuentra, el verdadero adversario no es el que está delante o detrás, sino el inmenso océano, dueño del juego y de sus reglas cambiantes.
Fuente y Fotos:
Vendèe Globe